A veces siento que hablo un idioma que nadie más conoce. Uno que parece ser solo mío, único, extraño, inentendible. Entiendo el idioma de todos, me adapto, traduzco, encuentro las palabras correctas para cada conversación. Pero cuando intento que alguien hable mi idioma, todo se queda en silencio.
Puedo hablar de cualquier cosa con quien sea. Sobre el clima, los planes, las risas fáciles. Pero cuando quiero hablar de lo que amo, de lo que me llena, de mis miedos, de la vida en su infinita complejidad, no hay respuesta. Nadie sabe cómo sostener esas palabras, cómo devolverme algo que se parezca a un "entiendo".
A veces siento que no soy de aquí, ni de allá. Ni de ninguna parte. Que simplemente aparecí un día en este mundo, como una nota suelta en una melodía que no conoce su partitura. Y sé, en lo más profundo de mí, que un día desapareceré igual que llegué: sola, extraña, incomprendida.
Pero tal vez está bien. Tal vez mi idioma no está hecho para ser entendido por cualquiera. Tal vez es un lenguaje que construí para hablar conmigo misma, para contarme mis secretos y recordarme quién soy, incluso cuando el mundo no lo ve.
Y, en lugar de buscar quien lo hable, estoy aprendiendo a celebrarlo. A escribirlo, a cantarlo, a susurrarlo en los días tranquilos y en las noches llenas de estrellas.
Porque, aunque mi voz no tenga eco, sigue siendo mía. Y eso basta.
No necesito ser entendida por todos, porque he aprendido a escucharme a mí misma. Y quizá, solo quizá, ese es el mayor regalo de hablar un idioma que nadie más conoce.
-- Amor Hdz.
Comments