No pasa nada. Una vez más camino por este andar sinuoso, cansado, pesado. Pero de verdad, no pasa nada. Y no lo digo como una ironía, sino como una realidad. De esas verdades que no se pueden decir a medias, que me abren la boca para escapar ansiosas, listas para gritar que no pasa nada. No hay nada que este dolor que reconozco pueda hacerme. Porque lo conozco, no es la primera vez que lo siento. No es la primera vez que me quedo con el corazón en la mano, tratando de acomodarlo de nuevo dentro de mi pecho. Las emociones que una vez coloqué cuidadosamente, con miedo a que se rompieran y me quebraran por dentro, ahora se mueven. Las conozco, yo las cuidé, las curé. Las vi florecer en el vacío de mi ser cuando me quedé sin lágrimas y casi se extinguen.
Recuerdo cuando me tocó abrazar mi cuerpo inerte, en una cama abandonada llena de silencios y preguntas sin respuesta. Allí, solo había ecos de promesas fallidas. Me vi obligada a darle calor, a devolverle la vida que una vez permití regalar porque sentía que ya no me pertenecía.
Después de tanto llanto, tantas heridas y tanto dolor. Después de años de arrastrarme dentro del abismo de mi propia ausencia, aprendí algo: No pasa nada. Mientras no suelte mi propia mano
Amor Hdz.
Comments