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Lugares donde ya no amanezco

Hay días

en que una sombra antigua

roza la orilla del pecho,

como si viniera a comprobar

que aún respiro.


No dice nada.

Solo se sienta frente a mí

y acomoda sobre la mesa

Un cielo nuevo.
Un cielo nuevo.

los restos de un idioma

que ya nadie recuerda.


A veces trae una letra extraviada,

una esquina de luz,

una canción conocida,

un perfume que se parece

un instante de otra vida.


Lo reconozco

por la forma en que quiebra el aire,

por su manera de entrar

como quien toca una casa vacía

y aún sabe dónde crujen las escaleras.


Nos quedamos así,

en ese territorio suspendido

entre el sueño y la sal,

donde las voces del pasado

todavía suben a la superficie

como criaturas marinas

buscando un cielo propio.


No duele,

pero tampoco es milagro.

Es solo un eco:

algo que vuelve

para asegurarse

de que ya no lo habito.


Lo dejo pasar,

como quien abre una ventana

para que salga el humo

de un incendio antiguo.


No hay despedida.

No hay regreso.

Solo este tránsito extraño

entre nombres que ya no uso

y una piel que ya no espera.


Pienso en ti

mientras otras sombras

se disuelven sin ruido.


A ti —

precisamente a ti—

es a quien no borro,

aunque hace tiempo

dejé de recordar al resto.


Por Amor Hdz.


 
 
 

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