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Los días que me sostienen

Pienso en la persona que fui cuando quise rendirme.

Una persona sola, rodeada de gente que no veía nada.

Una mente confundida, incapaz de ponerle nombre a lo que sentía, solo sabiendo que era demasiado.

Dolor, ansiedad, pensamientos autodestructivos que me consumían como una tormenta interminable.

No me gusta recordar el día en que tomé la decisión.

No fue planeado, fue más bien una rendición ante esa sensación constante de dolor interminable que aplastaba mi cuerpo y mi espíritu día con día. Lo que aprendí en foros, en películas, en gente igual de desesperada estaba ahí, esperando. Y yo lo usé.

Recuerdo el hospital, las luces frías, las preguntas interminables. La culpa de haber fallado. Vivir se volvió una deuda: sobrevivir porque otros habían hecho el esfuerzo de salvarme. Sobrevivir por inercia.

Así estuve un tiempo.

Y aun así, dentro de esa deuda había algo que no se rendía. Una chispa mínima que insistía en empujarme: ir a terapia, tomar el medicamento, hablar, salir, seguir. A veces no era voluntad: era apenas un movimiento automático, un pequeño impulso. Pero incluso ese impulso fue suficiente.

Hoy, cuando pienso en esa versión de mí, siento tristeza y respeto. Porque tuvo el valor de aguantar, aunque doliera tanto. Porque me sostuvo lo suficiente para llegar hasta aquí. Y le doy las gracias.

Nunca pensé que estaría mejor. Nunca. Creí que mi vida iba a ser siempre esa oscuridad esa presión limitante y a la vez asfixiante dentro del pecho todo el tiempo. Y sin embargo, aquí estoy. No diría que estoy perfecta, no “al cien”. Pero distinta. Porque ahora sé que las oleadas de dolor no duran para siempre. Que entre ellas hay días de calma, y que esos días se van sumando hasta hacerse más grandes que la tormenta.

Los días de calma me sostienen.

Me sostienen el mate humeante en la mañana, la música que inunda mi casa, mis mascotas mirándome con ternura, mis amigos que siguen ahí, mi capacidad de reírme sola. Me sostiene saber que sigo escribiendo, que sigo respirando, que sigo encontrando belleza donde antes no veía nada.

La oscuridad no se borró del todo aun hay momentos donde se adueña de momentos y lugares nuevos, felices, mejores.

Pero aprendí que también en la oscuridad hay destellos. Y que quedarse, incluso cuando parece imposible, es un acto de valentía.



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Tu vida importa, incluso si ahora no lo crees.

Y aunque no lo sientas todavía, hay días de calma esperándote.

 
 
 

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