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El Viaje del Loco

Foto del escritor: Amor HdzAmor Hdz

Siempre me ha fascinado cómo el universo coloca a ciertas personas en tu vida, como piezas de un rompecabezas que no sabías que estabas armando.

Cuando conocí al Loco, iba por la vida con una mochila cargada de piedras, pesando más que sus pasos, buscando dejar algo atrás, aunque aún no sabía cómo. Al principio no le presté demasiada atención; era solo un viajero más, otro espíritu que deambulaba por ese puerto con su propia búsqueda. Pero entonces, nuestras conversaciones se convirtieron en puertas, y nuestras lecturas, en mapas.

Él llevaba al Loco y la Estrella como compañeros de su camino.  Yo, con la Suma Sacerdotisa, cargando las respuestas ocultas que aún no sabía interpretar. Fue entonces cuando me pregunté: ¿Qué mensaje tenía el universo para mí a través de él? ¿Qué me necesitaba enseñar aquel Loco con la mochila llena de piedras?

Poco a poco, comencé a verlo transformarse. Lo que al principio parecía un caos lleno de dudas y cargas, se convirtió en un proceso de liberación. Meses después, su andar era más ligero, su risa más frecuente, y su mirada, más clara. Parecía que, en su propio viaje, había encontrado algo que buscaba sin saberlo. Y al final de ese camino, llegué yo.

Esta vez, el universo volvió a jugar con su peculiar sincronía. Yo regresé al lugar donde todo había comenzado, cargando mi propia mochila de dolores, corazones rotos y recuerdos que aún me pesaban. Lo encontré cuando más lo necesitaba, aunque no lo supiera hasta verlo. Fue en el momento exacto, justo cuando las lágrimas corrían mientras miraba el atardecer, un atardecer que parecía querer decirme algo, pero yo no podía escuchar, intentando soltar todo aquello que ya no me servía, todo aquello que ya no podía cargar. Su presencia no fue casualidad; nunca lo fue.

¿Alguna vez un abrazo te ha sanado el alma? Con él, podía hablar con el corazón abierto, sin miedo, sin juicios. Él me escuchó, me permitió llorar y sacar aquello que había escondido durante tanto tiempo. Me dio consejos, pero, sobre todo, me regaló su presencia, su escucha, su calidez. Miramos juntos el último atardecer de ese viaje, no el suyo, sino el mío. Y en ese momento entendí que el destino no había terminado de tejer sus hilos.

Nos despedimos con otro abrazo, el último. Aquel Loco, que al principio parecía perdido, me dejó algo más valioso de lo que jamás imaginé: un mapa. Un mapa hacia mí misma, hacia mis propios paisajes internos, me regaló más de lo que pensé posible: me regaló un recordatorio de que el viaje siempre continúa, y que, al final, el destino nos encuentra a todos.


-- Amor Hdz.

 

 
 

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