Dicen que hay personas con el corazón tan grande que no saben cómo contenerlo.
Lo llevan en el pecho, brillante y libre, sin miedo a entregarlo. Y aunque a veces lo coloquen en manos temblorosas que no saben sostener, su amor sigue siendo hermoso, porque el amor, cuando es verdadero, nunca pierde su esencia.
Pero también hay manos que no saben cuidar. Manos pequeñas, acostumbradas a recibir pero no a dar. Manos que tiemblan al contacto con algo tan vasto que no pueden entender. Y ahí es donde, sin querer, todo sucede: el corazón, tan grande como el mundo, empieza a encogerse. Primero un poco, apenas un suspiro menos. Luego más. Hasta que un día olvida su tamaño real, se dobla sobre sí mismo y se resigna a caber donde no pertenece.
Ojalá nunca más tengas que encoger tu amor. No lo reduzcas, no lo escondas, no lo conviertas en algo discreto solo para que alguien lo tolere. Tu amor no nació para ser contenido en manos que no saben sostenerlo ni para quedar atrapado detrás de miedos que no te pertenecen. Es demasiado hermoso para eso. El amor, tu amor, es vasto, es luz. Y quien realmente lo merezca sabrá verlo como lo que es: un milagro que no debe darse por sentado.
Porque el amor existe. Existe en las formas más simples y a la vez más maravillosas. Existe en un abrazo que te reconcilia con el mundo, en una risa inesperada que se escapa del pecho, en esa calma infinita que sientes cuando alguien llega y no necesitas explicar quién eres ni defender tu lugar. El amor no siempre necesita grandes gestos; a veces basta con que alguien elija quedarse, que te mire y te reconozca como si fueras lo único importante en el universo.
Por eso, no te vuelvas a conformar con amores que apenas rozan la superficie, con afectos que se prestan solo un rato. No negocies tu paz a cambio de promesas vacías, ni intercambies la maravilla de lo que eres por la ilusión de no estar solo. Porque el amor verdadero no pesa, no aprieta, no te pide que te encoges para que otro encaje.
Espero que siempre lo recuerdes: el amor no tiene por qué doler. No te pide que te apagues, te pide que brilles aún más. No te exige pruebas de tu valor, porque sabe reconocerlo. El amor verdadero —y sí, existe— es un refugio. Es ese lugar donde puedes ser tú, con tus luces y tus sombras, sin miedo a ser demasiado.
No vuelvas a cambiar tu fuego por migajas de cariño, ni tu calma por noches de duda y preguntas sin respuesta. Eres suficiente. Siempre lo has sido. Eres todo lo que debes ser, y quien quiera quedarse aprenderá a sostenerte sin que tengas que reducirte. Porque el amor, el de verdad, no cabe en espacios pequeños ni en manos que tiemblan.
Ojalá nunca más olvides que tu amor es un regalo, uno que no cualquiera puede recibir. No te hace menos valioso si alguien no sabe cómo cuidarlo. No hace que tu amor sea menos real. Si alguna vez tu corazón vuelve a encapricharse con quien no puede entenderlo, recuerda: el amor que das, en el lugar equivocado, no desaparece. Te devuelve a ti mismo con más fuerza y con más claridad.
Ama sin miedo, sí, pero ama con cuidado. Elige a quién le entregas las llaves de tu corazón, porque cuando se colocan en manos que no saben cuidarlas, a veces el daño te lo haces tú mismo. Y tú no naciste para romperte; naciste para crecer, para sentirlo todo, para expandirte junto a alguien que también esté listo para ser hogar.
Que nunca más tu amor se encoja. Que no tengas que apagar tu luz para que otro no se sienta pequeño a tu lado. Que cuando ese amor llegue, no te pida renunciar a lo que eres, sino que te inspire a ser aún más. Porque el amor verdadero, cuando lo encuentras, te llena de calma, te expande y te recuerda por qué siempre vale la pena creer en él.
El amor existe. Existe en ti. Existe en casi todo. Y si lo cuidas, si lo proteges, un día llegará alguien que pueda sostenerlo. Alguien que te mire, te reconozca y sepa, sin que tengas que decirlo, que tu amor es el mejor regalo que pudo haber recibido.
-- Amor Hdz.

Comments