Un, dos, tres… por mí, que pensé que estaba perdida.

A veces, los recuerdos llegan sin previo aviso. Como pequeñas burbujas que flotan en la mente, estallan cuando menos lo esperas y, de repente, todo hace clic. Hoy me topé con una frase que decía: “Alguien conoció lo que es el amor gracias a ti”, y no sé, algo en mí se quedó pensando en eso por un rato.

Es raro cómo funciona la memoria. Solemos recordar más lo que nos dolió que lo que nos hizo felices. Supongo que es una forma de protegernos, de asegurarnos de no repetir lo que nos rompió. Pero esta vez no pensé en lo que me lastimó, ni en los finales, ni en lo que salió mal. Pensé en el amor que di.

Porque sí, hubo un tiempo en el que quise bonito. Sin dudas, sin estrategias, sin miedo a si me estaban queriendo de la misma manera. A M lo amé con tranquilidad, sin que fuera una lucha, sin que doliera. Lo cuidé porque quise, le mostré lo bueno de la vida porque así me nació. Y aunque él no podía amarme de la misma manera, me decía cosas que en ese momento no entendí del todo: que yo era luz en su oscuridad, que admiraba la forma en la que disfrutaba la vida. No supe qué hacer con eso en su momento, pero ahora lo veo más claro. No era que no quisiera quererme bien, es que simplemente no podía.

Y aun así, no me arrepiento de haberle dado lo mejor de mí. Hasta el último día. Incluso cuando sabía que al final yo iba a ser la que se rompiera un poco más.

Cuando todo terminó, me fui sin mirar atrás. No porque no doliera, sino porque, en el fondo, sabía que quedarme solo iba a hacerle daño a los dos. No lo odié, no me enojé con él. Simplemente entendí que ya no podía hacer nada más.

Pero después de eso, algo cambió en mí.

No sé si fue miedo, el vacío que dejó su ausencia o simplemente las ganas de aferrarme a algo. Tal vez me aferré a la idea de que podía llenar ese espacio con otra persona, sin darme cuenta de que lo que buscaba no era amor, sino confirmación de que esta vez yo tenía el control. Que esta vez no iba a ser yo la que quedara atrás.

Y entonces llegó A. Y con él, todo fue diferente.

Con él no había paz. Había incertidumbre, silencios incómodos, respuestas a medias. Y no sé en qué momento decidí que eso era emocionante, pero aquí estamos. Me obsesioné con la idea de que esta vez sí iba a ser diferente. Que si me esforzaba lo suficiente, si demostraba lo suficiente, si quería lo suficiente, entonces él me elegiría. Como si el amor funcionara a base de puntos acumulables.

A veces nos aferramos a lo que no nos elige porque queremos demostrar que esta vez no seremos nosotros quienes pierdan. Pero en el intento, nos vamos perdiendo más.

Y eso me pasó.

Hasta que un día, sin previo aviso, desperté.

Fue raro, como si de la nada todas las luces se encendieran al mismo tiempo. Como si cada pieza que parecía fuera de lugar encajara de repente. Y ahí estaba yo, viendo todo con más claridad, sintiéndome entre confundida y aliviada.

No estaba rota, solo estaba aprendiendo. No me habían dejado vacía, solo me habían mostrado los espacios que aún tenía que llenar por mí misma. Y sí, tardé en darme cuenta, pero aquí estoy.

Y ahí lo entendí.

Todo el amor que di, el que puse en otras manos, el que pensé que se había desperdiciado, en realidad siempre fue mío.

Ahora lo sé. Ya no me siento como antes. Mi mente ya no es un lugar hostil, ya no me pierdo en mis propios pensamientos. Los días malos existen, claro, pero son menos, y cuando llegan, sé cómo manejarlos. No busco fuera lo que ahora sé darme a mí.

Y creo que ese es el verdadero despertar. Darse cuenta de que todo lo que buscaste en los demás, siempre estuvo dentro de ti.

--Amor Hz.