Durante todo este tiempo, creo que nunca di las gracias a todos los que se volvieron mi ejército de salvación, aquellos que lo dieron todo para que yo no me rindiera ante esta vida que, en un momento, se volvió demasiado para mí y me arrolló. Cuando todo se me vino abajo y el telón se cerró, cuando el cielo comenzó a caerse y no veía una salida, cuando la única salida fue hacerle daño a lo que contenía la vida: a mi cuerpo.
Cuando decidí cortar aquello que me unía al plano de la existencia donde todas las personas que amaba existían, cuando decidí ahorrarle la molestia a la vida y terminarla yo misma porque no podía más con el dolor que me causaba seguir respirando agujas de hielo que lastimaban y perforaban mi alma a cada segundo. Con lágrimas que brotaban todo el día y quemaban mi rostro, porque ya nada tenía sentido; ni siquiera respirar, ni siquiera ver, ni siquiera sentir, mucho menos vivir.
Aquellos que se acercaron tanto que mi frío interno comenzó a helarles la piel y el corazón, y aun así me sacaban una sonrisa o lo intentaban. Cuando dormir era la única opción de continuar con vida, porque las pesadillas eran menos crueles que seguir despierta, sufriendo una vida que sabía que no quería vivir.
Lastimé a tanta gente, a esos seres cósmicos que me amaron, que me cuidaron, que me protegieron de mí misma, porque en un momento me volví mi peor compañía. No estaba a salvo conmigo misma; era una guerra conmigo, pero también una guerra contra mí. Todas las emociones me explotaban en la cara, dejaban marcas todo el tiempo. Siempre tenía algo con qué lastimarme, siempre me recordaba que no me quería lo suficiente como para parar, porque en un momento no fui suficiente para mí, y por ende, para nadie, y yo solo quería dejar de sufrir.
A todos ellos que se desplazaron, que me cuidaron, que me abrazaron, que soportaron lo cruel que me volví porque no quería ser amable. No valía la pena serlo, ¿para qué? Si todo me dolía y la gente solo me decía: "¡Vive, carajo, vive, que la vida se acaba!", y yo solo quería que ya terminara.
Me obligué mucho tiempo a vivir para los demás, a buscar alguna razón, muchas veces en algún corazón roto, en almas vacías que me ofrecían un abrazo y algo de ternura, pero que se iban después de conocer la razón de mis cicatrices. Si yo no me quería, ¿cómo iba a quererme alguien más?
A todas esas personas que estuvieron conmigo cuando ni yo misma estaba, cuando mi mente se iba a otro lado y quedaba solo mi cuerpo inerte, cuando en medio de una risa mi rostro cambiaba y la tristeza se apoderaba de mí, cuando me descubría llorando a las 2 de la mañana, sola en mi habitación, sin ninguna razón aparente, porque toda la vida era demasiado para mí, porque no podía más.
A todas esas personas que me abrazaron cuando me hacía pedazos y juntaron esas piezas aunque les lastimaran como vidrio roto, gracias. Porque ahora estoy bien. Ahora puedo disfrutar de un atardecer, de ver el cielo y maravillarme con cada color, de escuchar una canción y bailar como si nadie estuviera viendo, de estar sola y disfrutarlo, de sentirme triste, de enamorarme de todo, de enamorarme de mí misma, de amar, de llorar, de cantar, de hablar de todo lo que pienso. Sin ustedes, mi vida hubiera terminado hace tanto; yo me hubiera rendido, porque era lo más fácil, era lo más cómodo, y al final, aquí estoy, amando mi existencia, celebrando mis batallas, besando mis cicatrices y llorando de vida.
Gracias por haber luchado conmigo cuando era un cadáver que respiraba. Gracias por haberme dado calor cuando no sabía cómo se sentía. Gracias por regalarme un poco de tu vida para que no abandonara la mía. Gracias por no saber rendirte conmigo. Gracias por ser mi hermano, mi amigo, mi mamá, mi abuelo, mi tío, mi tía, mi primo, mi prima, mi papá, mi psicóloga, mi psiquiatra, mi diario, mi mascota, mi ejército de salvación.
Amor Hdz.
Comentários